Niños, adolescentes, emergen
de la extrema vulnerabilidad y violencia. Victimarios a veces, víctimas
siempre, participaron –de manera obligada o “voluntaria”– en delitos de alto
impacto: narcotráfico, homicidio, secuestro, violación… Historias de pobreza y
abandono, donde la fuga efímera a las armas, el dinero y las drogas no fue una
elección, sino la única manera de sobrevivir
Mataron, robaron,
secuestraron. Son parte de una generación a la que se le cerraron todas las
puertas, menos una: la de la violencia generalizada del país. Del seno del
narcotráfico y de las pandillas, a las prisiones juveniles, donde siguen siendo
víctimas, ahora de la violencia institucional, malos tratos y remota esperanza
de rehabilitación.